miércoles, 11 de marzo de 2020

¿POR QUÉ ES IMPORTANTE LA PARTICIPACIÓN DE LAS MUJERES EN LA PLANIFICACIÓN DE NUESTRAS CIUDADES?





La importancia de las mujeres en la planificación de ciudades nace de la necesidad de construir gobiernos abiertos a la noción de incluir perspectiva de género a través de la participación activa de las mujeres.

La participación de las mujeres en la planificación de nuestras ciudades es importante porque contribuye a la identificación y comprensión de las problemáticas cotidianas como: seguridad personal, el cuidado de niños y niñas, adultos mayores, salud, accesibilidad, y la movilidad; elementos que configuran la rutina frecuente en la vida de las mujeres.

Muchas veces estos esfuerzos se centran en las fases de empoderamiento, de inclusión de las mujeres y personas vecinas en el diagnóstico de la situación actual con el fin de recoger sus experiencias, pero pocos son los gobiernos locales que permiten a las mujeres y la población vecina en general intervenir directamente en los cambios, el diseño y las transformaciones de su entorno. Los expertos sobre los procesos de transformación y planificación del territorio afrontan la barrera de la jerarquización entre los expertos y el conocimiento de los vecinos sin valorar el conocimiento local de las mujeres en un territorio, por el hecho de no tener un grado técnico o académico.

Mientras no se cambie esta concepción y los técnicos responsables de la planificación no rompan esta jerarquía para que desde la humildad adopten un rol de facilitadores de procesos, será difícil ver la perspectiva de género aplicada en la planificación del territorio.

En gran parte, la ciudad se planifica para un hombre (rol de género y no de sexo) de mediana edad, en plenas condiciones físicas, con trabajo estable y bien remunerado que le permite tener vehículo privado, esposa, quién le aguarda en casa, con todo listo y preparado.

Pensemos. La inversión pública sobre el mejoramiento del sistema vial para vehículo privado: calles, puentes, distribuidores de tránsito (rotondas, parterres, etc.) comparada con la inversión en trasporte público eficiente, accesible, frecuente, seguro y cobertura de destinos rurales y urbanos. 
Las tendencias de usuarios en vehículo privado son mayoritariamente de género masculino y corresponde a una mínima parte del total de la población. Demostrando, para quién se diseña y proyecta la ciudad.

La experiencia de las mujeres en las ciudades evidencia las dificultades y necesidades del día a día. Aceras insuficientes para acompañar a quien necesita ayuda, caminar con los hijos, circular con cochecitos de bebés, sillas de ruedas, bastones, muletas; iluminación de las calles priorizada sobre las vías y no en aceras, pasos peatonales ni espacios públicos.

Las percepciones sobre seguridad en las mujeres sobre el espacio público han sido respondidas, como: “Miedo, limite, alerta, no vas o no pasas por ese lugar”.

Los recorridos hacia las escuelas están a menudo llenos de obstáculos, dificultades, peligros, a tal punto de construir vías rápidas con aceras estrechas junto a instituciones educativas.

¿Cuál es la distancia que debe recorrer el peatón para llegar al paso cebra?

Conocemos que a menor número de semáforos el tráfico es más fluido, rápido. Los radares no aportan a la seguridad vial, y nuevamente nos preguntamos: ¿para quién se piensa la ciudad?
La seguridad y la percepción de los usuarios en las ciudades son distintas para mujeres y hombres.
Alcanzar ciudades seguras, justas, solidarias, con estilos de vida que incorporen la visión de las mujeres, priorizando los seres vivos y la experiencia, son los desafíos que deben asumir quienes administran las ciudades, la corresponsabilidad social de una planificación urbana y rural, de género e inclusiva.

La participación de las mujeres en la planificación de las ciudades necesita la implementación de un urbanismo de género que aporte a la seguridad y la calidad de vida de todos los ciudadanos. Implementar un urbanismo de género que invite a todos sin distinción, a dialogar, escuchar y planificar de mejor forma la ciudad que queremos. 
Debemos admitir el factor género en la ciudad como la fuente de una nueva cultura compartida, y debemos participar en la definición de una nueva filosofía de diseño y
planificación de nuestras ciudades.

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